Letra de La Pasi�n Seg�n Andaluc�a III - Cantores De Hispalis
Letra de canci�n de La Pasi�n Seg�n Andaluc�a III de Cantores De Hispalis lyrics
NARRACI�N:
En su camino hacia las alh�ndigas sevillanas, Judas besa a su Maestro, a las puertas del quinteriano Corral del Conde, y el sainete enmudece. La escena se repite en los procenios de las riveras del gran r�o, los coliseos de alcores y vegas de Andaluc�a.
Y en la Cruz del Molinillo, a orillas del mar, el popular barrio malacitano de Capuchinos, es fiel testigo del Prendimiento de Nuestro Se�or. Al que los gaditanos le rinden culto junto a la piconera Congregaci�n de la Vela, que entre velas y redes marineras, Huelva se resigna a verlo preso por las calles del barrio del Carmen.
Pero el pueblo andaluz, pozo de ciencia, capaz de distinguir lo singular de lo universal, sabe que no hay mejor foro para el Prendimiento de Jes�s, que el jerezano barrio de Santiago, donde los lamentos de sus gitanos brotan, al son de tangos y buler�as, con melismas de torrijas y aguardiente.
Cautivo camina el Cristo de Medinaceli al son cadencioso que marcan las horquillas de sus maniguetas al ser golpeadas contra el suelo.
Cautivo y escoltado por la tropa y entre sumos sacerdotes y fariseos, Jes�s fue conducido por trochas y ca�adas andaluzas, ante An�s y ante Caif�s, mientras era negado hasta tres veces por su disc�pulo Pedro.
Cautivo y en blanco silencio es despreciado por el Rey Herodes, entre hermoso sufrimiento de su Madre Amargura, en compa��a del sevillano vecino del barrio de la Feria, San Juan de la Palma.
Cautivo y coronado de espinas, es portado por los estudiantes en un trono t�picamente malague�o, encadenado por la cofrad�a de los Jud�os en la catedral de Huelva, el Moreno, Se�or de los Gitanos cenacheros, es atado a una columna de pueblos blancos que le entregan sus fervores y devociones.
En su camino hacia las alh�ndigas sevillanas, Judas besa a su Maestro, a las puertas del quinteriano Corral del Conde, y el sainete enmudece. La escena se repite en los procenios de las riveras del gran r�o, los coliseos de alcores y vegas de Andaluc�a.
Y en la Cruz del Molinillo, a orillas del mar, el popular barrio malacitano de Capuchinos, es fiel testigo del Prendimiento de Nuestro Se�or. Al que los gaditanos le rinden culto junto a la piconera Congregaci�n de la Vela, que entre velas y redes marineras, Huelva se resigna a verlo preso por las calles del barrio del Carmen.
Pero el pueblo andaluz, pozo de ciencia, capaz de distinguir lo singular de lo universal, sabe que no hay mejor foro para el Prendimiento de Jes�s, que el jerezano barrio de Santiago, donde los lamentos de sus gitanos brotan, al son de tangos y buler�as, con melismas de torrijas y aguardiente.
Cautivo camina el Cristo de Medinaceli al son cadencioso que marcan las horquillas de sus maniguetas al ser golpeadas contra el suelo.
Cautivo y escoltado por la tropa y entre sumos sacerdotes y fariseos, Jes�s fue conducido por trochas y ca�adas andaluzas, ante An�s y ante Caif�s, mientras era negado hasta tres veces por su disc�pulo Pedro.
Cautivo y en blanco silencio es despreciado por el Rey Herodes, entre hermoso sufrimiento de su Madre Amargura, en compa��a del sevillano vecino del barrio de la Feria, San Juan de la Palma.
Cautivo y coronado de espinas, es portado por los estudiantes en un trono t�picamente malague�o, encadenado por la cofrad�a de los Jud�os en la catedral de Huelva, el Moreno, Se�or de los Gitanos cenacheros, es atado a una columna de pueblos blancos que le entregan sus fervores y devociones.